Félix Francisco Casanova (La Palma, 1956- Tenerife, 1976). / Eres un buen momento para morirme




El zarzal

3


(El cielo de las lluvias)

Oídme, hijos de yubartas de tierra,
con el callista a mis pies
arrancándome la costra de sol,
los gálbulos en las ánforas y
las flores de ataúd.
Soy un cuerpo de papel,
dormido en el arcón junto a
huesos de mariposa, gilbas camisas
de las Antillas. Deszúmame,
dócil miruello,
tocante y menudo.
El aire me golpea
con morro de delfín,
por eso os digo:
no busquéis mi dolor en las auroras,
escudriñadlo en los hilos de mi
osamenta.


Vejedad, ven,
repta por mi piel, me esperan
ángeles de microscopio,
adolescentes de tres senos
columpiándose.
Reflectante destello, vuelves a rozar
mi labio,
¿Qué hay en mi final?
Serás rumiaco de fondo de pozo.


Gorgojo rojizo
derrama su estómago sobre
los mazarís de plomo
con ruido de aguamarina, tragado por la
música… El pastor enmudece,
los niños piden guindas.
De nuevo los alfileres líquidos
hieren los campos,
los resucita con traje de cola.

Desentierra el corazón,

cesa la luz.

No hay instrumentos para esta música
ni un bello rostro que usar como careta,
hoy sentado entre dos sueños
soy como un secreto en el arcón.
El jinete se duerme en su caballo
que es a la vez un sueño del jinete,
los muñecos bostezan cada noche
y su aliento de fieltro dura un año.
¿Y qué significan esas lápidas
y estas partidas de nacimiento?
si somos velos transparentes
superponiéndonos,
una maleta llena de hojas
de mano en mano
por un largo corredor.

13-12-74

 Eres un buen momento para morirme
A María José


Amaneciendo y anocheciendo
a un mismo tiempo,
cariño, ¿no es ésta la forma
en que te gustaría vivir?
En mi cabeza hay un álbum
de fotos amarillentas
y lo voy completando con mis ojos,
con los más leves ruidos,
atrapando olores en el aire
y en cada sueño que sueño.
¿Sabes una cosa, pequeña?
La última página de mi álbum
tiene tu boca lluviosa mordiéndome un labio,
un disco de rock’n’roll
y calcetines de colores.
Mis ojos han sido rápidos,
te he hecho el amor con la ropa puesta
a través de una
larga pajita dorada
mientras cruzabas la calle
con el cabello ardiendo.
Pero ahora son tus pies
quienes dan mis pasos,
¡así que no te equivoques
pues me caería!
Te bebo en cada vaso de agua
que sacia mi sed,
mis palabras son claras como niños pequeños
o espesas como semen empapando cortinas,
pero hoy tengo que inventar
un nuevo idioma
para conversar con tus tiernos maullidos eléctricos
y los gritos de euforia
de la gente que vive en tu cabeza.
Debes saber que a veces
soy como un entierro interminable,
siempre triste y azul
subiendo y bajando
por la misma calle.
Pero otras veces soy un río de risa
corriéndome por toda la ribera,
haciendo el amor a la mar,
una felicidad contagiosa,
un revólver de amor, nena,
y voy a disparar justo a tu corazón
¡bang bang!
¿te di?
Quiero arrollarte, enrollarte y arrullarte,
montaña de aguardiente
y tarde rojiza.
Eres un buen momento para morirme.
(14 de diciembre del 75. último poema)

Fotografía de Laura Williams






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