Son utensilios extraños los pasadores.
A mí me gusta por una cuestión de ajuste,
que no ignora un apego a la simetría,
amarrarlos en zigzag hasta presionar el empeine.
Conozco personas que los llevan paralelos,
con el solo bajorrelieve de una tira diagonal,
acaso porque así los venden los fabricantes de calzado
e incluso algunas a quienes se les ven sueltos, sin importarles
si rozan suciedades de tierra o agua o polvo de estrellas.
Hoy cumpliría años un amigo, estudioso
de los cuerpos celestes, que le gustó una noche
accionarlos sobre su cuello hasta que fue el hijo
perdido en el radar. Y esa madrugada, cuando
la rosa ya había caído, el cartel de Coca Cola sobre
la esquina de La República y Navarrete, ofrecía
con sus proyecciones las figuras más cautivadoras
que se le propondrían a un alma que quisiera nacer.
Ahora, no temas darles a los muertos su vida
y a los vivos la laceración de su florecimiento,
reafirma que la hidráulica creó caminos olvidados
donde se acumula el pasto y viaja el cielo
como asombro, no como indulgencia.
Comentarios
Publicar un comentario