Diego L. García / Apuntes sobre lo lírico 2020 (Revisado)








Pensar el término “lirismo” hoy resulta una tarea muy interesante cuando consideramos a la escritura como conflicto. Abrir ese tajo que tiene siglos de cicatrices sin dudas resultará una confrontación con sus diversas aristas. ¿Cuál es la poesía lírica hoy? ¿Tiene la misma significación el término “lírico” que en otras épocas? ¿Cuál es su sentido y cuál la importancia como componente de lo poético? Es habitual en estos tiempos la valoración de obras artísticas que funcionan, es decir que cumplen con los parámetros de adecuación social incluso con aquellos que hacen a las vanguardias amables; también contra estos juicios de estandarización, lo lírico se planta como interferencia. La transformación del decir en un lenguaje mítico religa la palabra con esferas que nada tienen que ver con la mecánica del confort comunicativo y el reduccionismo del arte como degustación.
No entraré en un panorama conceptual de la poesía lírica que bien puede buscarse en abundante bibliografía. Pasaremos directo a los años actuales, a indagar en el pensamiento sobre la escritura de poesía. Desarmaremos para ello una cita de la poeta Claudia Masin extraída de una entrevista (2018):
“El lirismo es, como escribe Diana Bellessi, no la vanguardia sino la retaguardia; viene detrás, no busca anticiparse a nada, su carácter principal es el de ser una escucha, y ahí es donde se torna político: se trata más bien de trabajar sobre las imposturas del yo, sobre esas construcciones monolíticas y adquiridas que llamamos yo, y escuchar lo que es dicho a nuestro alrededor, el habla minoritaria, ínfima, lo que suele ser desechado por irrelevante, por inútil, por estar fuera de la maquinaria de generación de riqueza”.  

Contra la maquinaria

La postulación de una forma de construcción poética contra la maquinaria mercantilista abre el amparo de la ética. Busca una complicidad con el lector como sujeto superador del sujeto-consumista, del cliente. Quien lee, quien lee poesía, no articula los vicios de la maquinaria. Quien lee, quien lee poesía lírica, reconoce un lenguaje disidente, y participa de una zona de exclusión del horror que es la lógica del capitalismo salvaje actual. La lírica es combativa, es política, sin anticiparse sino demorando la construcción de esa posición a resguardo. No se entra en la velocidad y voracidad del ritmo consumista sino que se aletarga la percepción en el detalle. Se medita y no se mediatiza; y se resulta dicho (el lector como recreación del Hombre Nuevo) en un instante diferido en el que cabría la poesía antes de su destrucción. Es acontecimiento, epifanía. No afectada a la temporalidad corriente, esa aparición de la palabra produce un bien de carácter espiritual.
La referencia a Bellessi proviene de La pequeña voz del mundo (Taurus, 2011). Allí también dice: “Lírica es una voz desnuda en la impudicia de volverse sobre sí y hallar, en lo profundo del yo aquello que lo rebasa, aquello que también le hace lugar de habla cuando se hablan las pequeñas cosas, las pequeñas voces en concierto”. Así, profundizamos en los rasgos humanistas del concepto. Bellessi habla con símbolos. Más adelante en ese libro hablará de “la unidad perdida”, “la continua transformación”, “la hermandad de lo viviente”. Entonces la desnudez no es carnal sino autoconciencia y acceso a un plano superior, reunitivo con el Origen. Es la lírica órfica. Una postura que encuentra en la escritura de poesía una analogía con las incursiones en el Misterio cósmico. Por supuesto que con sus matices; por ejemplo, en la obra de Bellessi esa conciencia trascendental también es carne, también es el cuerpo del otro, también es el cuerpo social.
Las pequeñas cosas. El habla irrelevante según Masin, y la técnica de la escucha. Ese procedimiento ha sido considerado a lo largo de los siglos como una iniciación meditativa, de contacto con un entorno sensible pero no evidente. El poeta lírico es quien sabe escuchar. Quien está en verdadero contacto y su palabra da cuenta de ello, es un portal, un umbral, un eco de la catábasis. Descender para beber del Conocimiento.
En esta vertiente, no son pocxs lxs poetas actuales que, más allá de la variedad resultante en sus producciones, practican un acto trascendentalista desde la escritura. Si la escucha debe ser entrenada, hay un Orden inteligente que dicta, que susurra, que revela. El autor/autora es un medium que procesa, recodifica, el Mensaje. No hay lugar para la basura de consumismo y su lenguaje, no hay lugar para interferencias en el rito. Incluso, retomando la cita de Masin, lo que es visto como despojo, como desecho, es alternativamente mutado: el secreto canto de las plantas o el deforme mensaje de un grafiti. Tal vez quien desecha elementos verbales no sea ni el mercado ni la conciencia, sino unx mismx, eso que elegimos ser ante la posibilidad de decir.
En un poema de 1940, titulado “La poesía”, el mexicano Octavio Paz escribía: “Nublan mis ojos imágenes opuestas / y a las mismas imágenes otras más profundas / las niegan en ardiente balbuceo / aguas que anegan un agua más oculta y más densa”. Ese remolino de capas de Conocimiento era la poesía para el Paz del 40. Un “agua más oculta” a la que había que acceder. Cada signo, un símbolo mistérico. Un circuito ensimismado en sus doctrinas, a veces más religiosas que estéticas (dos conceptos que se arremolinaban). En otro tono, la porosidad de la lírica de hoy viene a permitir una posición más terrenal para la enunciación. El impulso será lírico, el ritmo, la simbolización (y no tanto los símbolos del diccionario de Cirlot), pero habrá otra vinculación con lo vital. Aparece una búsqueda de transparencia que podría leerse como un contrapeso a lo dado, a lo prefigurado en los Maestros. Una válvula de escape para el lírico es su propia diafanidad y la de su política del bien. El rechazo a la belleza es, para el lírico, una desconexión ética. Del inframundo ya ha emergido, aunque esté relatando el viaje, y el Camino es siempre exitoso. Siempre ha comprendido, ha visto, ha dicho. Forma parte de la Belleza, la densa belleza reservada para el sujeto contemplativo.

¿Puede haber una lírica del fracaso?

Podría pensarse una lírica del fracaso, donde no haya revelaciones ni trasmutaciones para ingresar en lo poético, si la apropiación de estructuras, la planificación rítmica y el trabajo con lo mínimo confluyeran en componer una voz genuina. De hecho, ciertas poéticas contemporáneas han reciclado parte de estos elementos para continuar confrontando con la “maquinaria de generación de riqueza”. En esa hibridez, menos mítica y más relacionada con la cultura de masas, la idea de un humanismo tecno-empático reabre viejas puertas. La amenaza de un desastre ecológico global, la lucha feminista y de las diversidades de género, las desigualdades económicas intolerables reclaman posturas que rescaten lo esencial y lo común.
Cuando la sonoridad se ubica por sobre el sentido, cuando el sentido es visto como un quiste de la tekné publicitaria, hay algo de lo lírico que retoña. El desecho puede ser encontrado en diferentes sustancias según se constituya cada yo. ¿Se ha pensado mucho acaso en el receptor? Innumerables construcciones del lector han ocupado el espacio de la teoría desde los años 70 del siglo pasado y no han sido pocas las que han propuesto un lector de poesía infradotado para la complejidad. Haya sido de manera implícita o explícita, estas marcas se convirtieron en odio (en el sentido que le da Ben Lerner al asunto en The Hatred of Poetry) hacia lo que se supone no encajaría en los parámetros de la lectura-aprendida y sus estrategias comunitarias. En consecuencia, ¿quién desecha qué? El pudor del consumidor no deja que su voz se desnude y desecha toda transparencia sin mediaciones del hábito cultural hegemónico. El pudor de quien odia lo inútil en términos capitalistas lo enferma de noticias falsas sobre su propio encierro paradisíaco. La desnudez pareciera ser una de las claves de lo lírico, incluso en sus recortes actuales.
El desecho bien puede ser tomado desde las entrañas del pudor. No habría de ese modo un irse hacia lo lírico como lugar, como Hades obligatorio, sino una permanencia espiralada (otro símbolo caro al lirismo) en la tormenta materialista. La retaguardia llega muy rápido en el mundo contemporáneo made in Hollywood. Toneladas de desechos culturales pasan a invadir el jardín universal. Cantan las cigarras de plata pero también los malos doblajes del cine Wuxia, todo en voz mínima, todo en el concierto al que tributamos. Posiblemente haya desechos más romantizados que otros para la tarea alquímica del Canto.
La lírica que resigna las “imposturas del yo”, como decía Masin, en pos de poner en evidencia algo del orden menor, y que encuentra en el sonido y en el ritmo elementos constitutivos de su plan sostiene las bases del concepto en muchas de las escrituras contemporáneas. Todos los matices éticos que arrastra la tradición del lirismo pueden resignificarse y aggiornarse con más o menos dosis de religiosidad (en sentido amplio). Lo antilírico quedaría de esta manera relegado a la prosificación de lo anecdótico, al relato filológico-costumbrista, al ready-made sin pliegues ni desarrollo. En todas estas variedades antilíricas puede haber también mucha belleza, mucha religiosidad, mucho símbolo hermético, mucha medicina emocional. Es así que lo lírico en sentido productivo se da más bien como una de las facetas de una obra y no como una totalidad.
Contra la previsibilidad, contra el arte que cumple, lo lírico no puede morir. Tampoco pueden morir el humanismo ni los mitos. Pero lo que no puede ocurrir sin estupidez es la réplica vacía. Confundir la creación poética con la trasposición de experiencias metafísicas es replicar un mito extirpado de su raíz sustancial. No es en lo antipoético donde lo lírico desaparece. Es en el pudor de que no haya nada detrás de la apariencia. Es en el pudor de que configuren sentidos las porciones de mundo que el público ya no quiere. Eso se plantea cuando hablamos de lo lírico hoy, ya sea su relación con la belleza más o menos arquetípica, más o menos autocomplaciente.



   



Comentarios

Publicar un comentario