I.
Pretender un regreso a mundos que ya no nos pertenecen (al romanticismo alemán que accede a lo sublime, al instante de Basho, al aspecto tribal del canto primigenio, etc.) es una postura propia de un contexto en que el futuro se ve trunco, las formas que ya han sido aceptadas como “literarias” aparecen por montones demandando que se las acepte. A los académicos les parece fantástico, los años en la facultad leyendo al siglo de oro Español tendrán fruto; a las editoriales les conviene, la gente compra sentimientos (o, por lo menos esa versión edulcorada que el algoritmo nos dice que son sentimientos).
Ese es un punto, hay otro. El del crítico “comentarista profesional de poesía” y su rúbrica que produce rígidos textos que bastarían para aprobar con honores cualquier control de lectura en la escuela, pero que pronto pasan a criar polvo en algún repositorio universitario en que solo serán visitados muy de vez en cuando para contribuir al onanismo. El ensayo ha sido también privado de la forma libre de la forma como la poesía de forma libre de forma que en el fondo siempre ha sido; el ensayo no es un transmisor de verdad. Es un ensayo de lo que se dice en que se dice lo que se ensaya, una repica y su puesta en duda imprudente para un capitalismo en crisis en que la reflexión es mal vista, en que los intelectuales te urgen a actuar, a “hacer algo”: el ensayo, la reflexión, es hacer Nada.
La verdad no se transmite en la textualidad, uno se encuentra con ella al enfrentarse a La gran ola de Kanagawa...
Es esa vieja historia del pintor a la que se le encarga una pintura para conmemorar la visita de un ilustre personaje a un pueblo, pero cuando llega la fecha limite entrega un hermoso paisaje del pueblo. El cliente pregunta entonces: ¿y donde esta nuestro ilustre invitado? A lo que inteligentemente responde: en el pueblo.
Desde el comienzo del ensayo, desde el humanismo renacentista cuajado en Montaigne, este es un genero lindado al sujeto en primera instancia. Hay un circulo vicioso de cuestionamiento y reafirmación del sujeto a lo largo de la modernidad y desde ese punto: hoy en día nos han convencido que lo aséptico hace de la cuestión más verdadera, el sujeto desaparece de los trabajos que buscan establecerse como Verdad. En el fondo esto solo es una estrategia retorica con un publico especifico en mente, el académico. En otras esferas de la vida la estrategia puede ser la opuesta: presentar al sujeto desnudo como una forma de afirmar cierta originalidad, sinceridad, etc. Incluso en este caso la forma de ser “genuinamente yo” aparece mediada por el mercado que me indica cual es la manera de experimentarme a mi mismo para ser genuino.
El problema parece haber sido la necesidad de convencer, en ambos casos el ensayo (y el sujeto) sucumbe al truco argumentativo. Si el ensayo solo va a ser un ejercicio de convencimiento que permita asegurar poder en un campo (el académico o el mercado) entonces el pensamiento esta condenado a caer frente al algoritmo.
En el fondo el ensayo como lo concibo es fruto de una contradicción entre el acto performático de su concepción y el de su recepción; mientras que representa una suspensión - un detenerse a contemplar el estado de las cosas - no para en el movimiento que genera o que en si mismo lo conforma. Es un detenerse, me repito, pero es un detenerse que genere viaje o de lo contrario sería un detenerse completamente infructuoso. Lo inútil puede ser subversivo, pero no lo infructuoso. Lo primero puede ser una reacción ante la perversa obsesión por la funcionalidad, pero dará frutos en tanto que genere pensamiento. Hay pensamiento en lo inútil, el pensamiento, como todo, es generado en el dinamismo. Entonces hay dinamismo, hay cinemática en ese suspenderse y el ensayo no puede ser solo ese onanismo academisista que cría polvo en los repositorios.
En otras palabras, un ensayo que no busque necesariamente convencer sino, como decía, generar un encuentro con algo.
II.
Y si uno se fija, entre quienes reaccionan ante la situación en que nos encontramos con respecto a la subjetividad - un choque entre el relativismo más absoluto y la afirmación de una realidad ¨positiva¨ más allá de nuestras percepciones, sesgos socioeconómicos y culturales - la principal crítica a la importancia de la subjetividad no parece estar orientada a la posibilidad de identificar una “verdad verdadera” entre el mar de narrativas o a la pregunta por si hay todavía una verdad. La reacción parece ser una cargada de un profundo conservadurismo: inquieren por la institución, por el regreso a una narrativa abarcadora (sea esta la que fuere) que englobe una vez más la multiplicidad o, como lo pone Goethe, “preferible la injusticia al desorden”. Fuera de la imposibilidad de la vuelta atrás pasado un cierto marco, el panorama no debería ser descrito de una forma tan simple.
El enemigo es lo analítico.
Y bien: No creo en la tolerancia. El capitalismo de hoy es capitalismo de compertamentalización: de pequeñas celdas que se van creando una tras otra para encerrar eso que antes no abarcaba la estructura. Es decir, dónde antes hubo demolición de paredes hoy hay edificación. No se trata de construir un "espacio público" en que puedan coexistir las diferentes subjetividades, sino de crear múltiples calabozos, uno para cada uno. He ahí la continua reinvención de las siglas LGTB (IQ+), la continua búsqueda de asimilación de eso no asimilable de tal forma que quede dónde no moleste. Es quitarse el estorbo, "tolerarlo".
Lo mismo pasa con la escritura. Todo parece entrar. El mensaje parece ser que cualquiera con acceso a internet puede escribir y que eso que escribe es válido automáticamente por el simple hecho de que está ahí. Pero, ¿Porque está ahí? Nadie parece hacerse la pregunta. El decir "no creo en la tolerancia" no es lo mismo que decir "estoy a favor de la censura". Muy por el contrario, la sobreproducción acrítica me parece una peor forma de censura. Una persona x tiene el derecho de escribir lo que se le venga en gana en su muro de facebook, hasta ahí todo bien. Pero alguien indague, ¿Porque está ahí y que no está? No basta publicar, no basta leer lo que se publica. Falta, una forma de ver el poema y una forma de ver desde el poema. Falta pensamiento o hay exceso de pensamiento, el banalizado: vuelto frases hechas, sloganes, "filosofía de vida". Hay una creencia en que cualquier opinión es importante, en que todos tienen algo que decir y, aunque potencialmente es cierto, no lo es la más de las veces.
Déjenme abrir con una pregunta (y pido perdón de antemano, porqué puede sonar mal): ¿cuál es la diferencia entre la poesía escrita por "hombres" y la poesía escrita por "mujeres"? Me repito: suena mal, es una arbitrariedad espectacularmente ridícula. Aquí van otras, poesía "homosexual", "queer", etc. Y sin embargo, si aceptamos que la escritura tiene en su centro algo profundamente íntimo, deberíamos aceptar también que hay formas particulares de experimentar el mundo.
Pero no creo en la profundidad, me parece aberrante el aferrarse a un mito de una era muerta, la romántica. En Ciencias Naturales, el mexicano Jorge Posada escribe: (...) ¿Una poética en que se borren las líneas? Me parece fenomenal.
La poesía que me gusta es la poesía que no entiendo. O mejor, es la poesía que hace eso que sé que yo nunca podría hacer, incluso si a veces me gustaría poder hacerlo.
La verdad es siempre parcial, y siempre ha de estar del lado de la victima. Aquí es necesaria la abstracción. ¿Y si leemos LGTB+ de otra manera? En vez de concertar celdas delimitadas para cada sigla pensamos en el plus como pivote de un continuum dónde el plus es una posición en sí misma, una continua reconstrucción de la identidad. ¿Por qué soy eso que me dices que soy? Yo no sé qué objeto soy, pero sé que soy objeto del deseo de un alguien ahí afuera y esa es la constitución de mi identidad. La abstracción es una característica de la realidad en si misma. El único camino a la libertad esta en la abstracción. De esta abstracción, del fragmento, de esta “voz sin cuerpo”, obtenemos la totalidad. La sustraemos no tanto como una inferencia sino casi como una epifanía – aunque me disgusta el termino por la connotación mística que arrastra. La sistematización viene después, la cultura viene después.
Lo siguiente es el procedimiento base a partir del que se elaborarían las distintas salidas (que serían las obras individuales). Me remito a Bernstein en su conversación con Medo:
Lo experimental: A mí también me desagrada. Tiene una asociación científica (…) El trabajo de Mac Low y Cage puede ser visto como investigación y en ese sentido también como experimento (…) Pero incluso estos enfoques radicales se pueden subsumir en el oficio una vez que tenga una idea de lo que está haciendo. Entonces el poeta se parece más a un arquitecto haciendo un anteproyecto para una construcción verbal por la que el lector/perceptor se moverá. Para hacer eso, necesitas proyectar el lugar de la lectura y luego ir por instinto y experiencia. Me gustan las palabras de Dewey: proceso, (…) [e] investigación, que asocio con otra palabra, ensayo. Ensayo como intento (…) pero si me caigo estrellándome contra el suelo no es un experimento para ver si me voy a romper los huesos textuales; es porque me gusta la sensación (…). El ensayo nos llega por cortesía del análisis, de tomar la medida de algo, someterlo a una prueba. Me gusta la idea de un poema que muestra los resultados, por ejemplo, de [la] perturbación en un sistema verbal (…). (42-43)
Bernstein, interesantemente, rechaza el término experimental por la asociación con lo científico, pero los términos que prefiere, proceso e investigación, podrían apuntar en una dirección similar. Cualquiera de los dos términos, sin embargo, refiere a formas de aproximación a una verdad. La diferencia entre la experimentación y la investigación, hasta donde puedo dilucidar basado en lo dicho, reside en la mención que hace del ensayo: “si me caigo estrellándome contra el suelo no es un experimento para ver si me voy a romper los huesos textuales; es porque me gusta la sensación”. Si, como Pierre Vinclair, pensamos en la obra de arte como un dispositivo de pensamiento no conceptual podríamos proponer que la diferenciación que hace implica que lo experimental, científico, pone a prueba una pretensión de verdad para llegar a una conclusión que será transmitida; por otro lado la imagen del arquitecto haciendo un anteproyecto propone al texto como un “plano”, una delimitación del territorio que recorrerá el lector, señales de ruta. La investigación, el ensayo, son previos a la experimentación. La obra de arte se vuelve un dispositivo de argumentación de este “no concepto”, digamos de una forma de pensamiento pre-lingüístico, que no puede ser representado, tan solo puede ser presentado para asegurar que el Otro sea participe, sea convencido. Así, Bernstein parece estar desplazando la “experimentación” al receptor de la obra de arte:
No creo que un poema tenga experiencias como una persona, sino que los lectores lo invisten con estas cualidades, como si lo simbólico fuera real. (Por otra parte, ¿no es eso lo que es real, o he sido engañado?) Tal vez el problema sean las connotaciones que la experimentación ha asumido en la discusión del arte. (…) Experimento y experiencia comparten la misma raíz, experīrī, latín para probar (pero que nos lleva a experto también, el extremo opuesto). Basado en la experiencia suena muy sólido. Pero algo experimental aún no ha demostrado su eficacia, y tomarías un medicamento experimental sólo cuando los primeros (…) [esos con los que] había experiencia no pudieron curar la enfermedad. Podríamos decir que la poesía convencional ha demostrado su inutilidad, pero dudo que haya una cura para animalady. El punto es que la poesía es la realización de algo, desde el dicho (hablar) hasta el hecho (un paño de seda o lana, un material textil). ¿Qué dices? Sólo soy yo probando las palabras. Si esto hubiera sido una emergencia real se te habría indicado cambiar a la frecuencia de transmisión de emergencia. (43)
Opera aperta, las piezas no están ahí para ser reordenadas por capricho sino que el circulo abierto permite una infinidad de degustaciones sostenidas por la realidad de la pieza... La primera idea sería, entonces, la importancia de aproximar cada obra individualmente.
La idea de argumentar un “no-concepto” a través de la obra de arte contrasta con la tradicional idea de tener una verdad previa (un concepto) al texto y que este se limite a sustentar. Si la verdad aparece en el texto, el trabajo del ensayista (de ese que escribe sobre textos, y como siempre uso la palabra en el sentido más amplio) es actualizar la virtualidad de salidas posibles en el ensayo, pero siendo consiente que este se convierte en su propio sistema de evacuación a ser actualizado por cada receptor que alguna vez tenga... un juego de Jenga absoluto.
III.
La crítica periodística y la académica hacen todo lo posible por ocultar que tratan con propuestas por gustos o afinidades (u otros motivos) personales, cuando (de nuevo, quizás) deberían hacer lo contrario: lo correcto sería hacer estas razones explicitas. La particularidad de estos espacios virtuales es que su existencia, en la mayoría de los casos, nace desligada de un aparato de poder que legitime lo que dicen (en el mejor de los casos el acto fundacional es una conversación de amigos entre cervezas), son plenamente conscientes que no pueden patentar algo como “la nueva gran cosa”, o “imprescindible” o la frasecilla que funcione mejor según el estudio de mercado. Hablan desde su gusto personal de propuestas que aprecian, admiran y/o respetan.
¿Quiere decir esto que la crítica se ha “replegado”, qué ya no existe o que sobrevive a penas, que TODO el pensamiento se ha banalizado? ¿o podría ser que el fetichismo de la Academia o de algunos “críticos” por la institucionalidad del pensamiento ha llevado a declarar muerto a alguien que solo se mudó a un espacio en que no se encuentra atosigado por las convencionalidades, esa “ortopedia” (Ánima Lisa dixit) limitante? Algo así como ese niño con el que jugabas en el parque y, porque era dueño de la pelota, todos debían jugar según sus reglas.
Sino por menos que la convención es la forma en que se manifiesta la autoridad (Bernstein anotaba), entonces porque la forma de pensar que ya está aceptada se vuelve inocua para el sistema que la acepto (que es otra forma de decir lo mismo).
Me atrevería a decir que la tarea de la “critica” ya no se limita solo a la elaboración de textos ensayísticos en torno a tal o cual libro. Quizá el producto del “critico” de hoy se extienda incluso hasta la selección de autores que este hace para que aparezcan en un blog. Es decir, una visión particular de la poesía ya no explicada sino mostrada. El dialogo entre escrituras no funciona en la linealidad: uno puede leer “en tiempo real” lo que va apareciendo en distintas latitudes o, también, acceder a productos culturales que no necesariamente se inscriban dentro de lo que los críticos convienen en llamar “nuestra tradición nacional”.
Los cajones de sastre, las convenciones, desde las que la academia o el mercado deciden leer las obras (la letanía de los “experimental” o las generalizaciones como “las generaciones literarias”, los géneros, etc.), confinan la desviación de tal forma que se intenta asimilar una “desviación” (el excedente que el sistema no computa) dentro de la narrativa oficial. La literatura es este juego de convenciones que, en última instancia, son solo elementos metatextuales desde los que uno puede (o no) experimentar la obra. La escritura, sin embargo, es otra cosa y los que han tomado a la Literatura como madre deben estar desnutridos.
Y entonces quizá ya no haya que hablar de críticos, sino gente que escribe de poesía y de textos que hablan de otros textos. Esto último implica ya no solo encargarse del peso de las convenciones para inscribir la propuesta de la que se está hablando dentro de una de estas. Escribir sobre poesía, poco a poco (aunque sea todavía una cosa minoritaria) va regresando - quiero creerlo - a pensar la poesía, a establecer un pensamiento poético que abarque el mundo. Que “revistas” virtuales y blogs que pueblan en el sinnúmero el internet tengan en su mayoría una sección de “crítica” lo prueba, hay una necesidad provocada por esta coexistencia de propuestas de establecer un dialogo coherente entre las mismas. De ver, ya no hacia dónde va o de donde vienen los caminantes, sino de observar el ahora y sus giros (a veces sobre el eje del pasado) con la esperanza de abarcar y comprender aunque sea una porción, no del panorama poético sino del mundo.
_________
Bernstein, Charles. Comedia y la poética de la forma política en Charles Bernstein editor La política de la forma poética: Poesía y política pública V.V.A.A. Trad. Nestor Cabrera. La Habana: Torre de Letras, 2006 (179 – 187)
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrar1. Si la abstracción de la que hablas como única vía, según tengo entendido, es algo comparable a una contemplación sin templo previa al corte conceptual-cultural, no diría entonces que el enemigo fuere lo analítico. Lo analítico, aunque no lo queramos, nos sostiene (parto del default de que queremos sostener algo, esto, el tejido: generar un encuentro es, también, sostenernos). O mejor dicho, es un enemigo necesario. De algún modo, todos tenemos a un burócrata invisible del pensamiento metido en el coco. Aunque nos caiga mal, nuestra tarea es hacer que el coco no se inunde ni se seque por completo, porque en tal caso, ¿quién ordenaría nuestros papeles?
ResponderBorrar2. El broche implícito es más fuerte que el sistematizado. Me parece que sí. Los psicólogos han “demostrado” que la sensación surge previa al movimiento del intelecto. Entonces mostrar en lugar de explicar está bien. Similar a lo que decía Sontag. ¿Pero hablar de diálogos coherentes no implica necesariamente una uniformización del lenguaje? Yo, tristemente, aún no he desarrollado en plenitud mis habilidades telepáticas. ¿Sería más preciso, acaso, pensar en diálogos incoherentes que al menos son diálogos porque albergan una tensión que funge de puente? No creo mucho en la coherencia.
3. Tampoco sé si lo simbólico es real. Nadie lo sabe, quizá solo David Lynch, pero no puedo comunicarme con él.
4. ¿No es un anhelo del poema disipar dicha dicotomía?… materializando una libertad del pensamiento que constata la complejidad de su estancia en el universo.
5. La figura del jenga es muy elocuente. Gracias.